Para María Jesús Romero Nicieza, sola de bosques, poeta, dulce compañía del poeta Luis Miguel Rabanal y madre de su hijo].
canal de abstracción - mjromero
Para María Jesús Romero Nicieza, sola de bosques, poeta, dulce compañía del poeta Luis Miguel Rabanal y madre de su hijo].
Las edades del hombre
La tarde se vacía como un vaso
de vino rojo y denso
sobre el mantel azul del horizonte.
Chían las golondrinas,
pasan sobre la risa rubia
de unos niños que juegan,
sobre los hombres que regresan de los campos,
sobre el viejo sentado en una roca
que, solitario, traza jeroglíficos
en la tierra con un bastón.
Como la tarde, pasan
las aves y el verano.
Es ya noviembre,
aunque septiembre sea:
la luna se estremece sobre el agua.
OFELIA
ÚLTIMO TRANVÍA
Desde la última alambrada donde creí verte morir
Cuando me hablas de mí
nunca acaba la sucesión de sonidos tan largamente pensados
nunca los hombres saben excepto las tonalidades de su propio yo
sombra de su sombra
por eso destruyo abril en olor de cedro
o en campos de cerezos sin flor
y no respondo del poema
no busco solo en su sonoridad
el ritmo cadente o ascendente del verso
ni siquiera busco en la palabra
espina
alambrada
ortigas o precipicios
busco que la voz se encuentre en el borde de la última letra
afásica y distorsionada
antes de darla al aire
como si fuera el último bambú de un río imaginario
***
No quería regresar por aquí
mientras tú atravesabas ese barrio oscuro
e inhóspito donde todo es noche
y más noche
y dulcemente lo atravesabas
dulcemente
amor
de regreso
solo voz
por las calles oscuras
donde yo hacía guardia a corazón abierto
y contenía la respiración
en segundos
clave y sinónimos de alerta.
Tejido de pájaros
EL PERRO
Es un puñado de saltos.
Una sonrisa en el cuerpo.
Una brisa que se escapa.
El juego que no acaba.
La alegría en la voz de un ladrido.
El niño es todo a su lado
y no concibe el cambio.
En la ausencia
su recuerdo lo castiga.
No irás a la ciudad
pues dicen
que es cruel tenerte sin jardín.
Más cruel que no tenerte.
El niño le regala
un pedazo de su infancia
y el perro llora sin saber
qué es lo que pasa.
Navegante
Embarcarme en el ocaso
para gozar del renacer junto al timón.
Ser niño y jugar con los cabos y las velas.
Mirar la tempestad desde el ancla vencida.
Refugiarme en el camastro del relato.
Navegar hasta el adiós de los paíños
y allí derivar añorando la hoja del almendro.
Y así seguir
sin llegar nunca a la costa que soñamos.
Para Carmina
TÚ ME QUITASTE, amor,
el silencio, la seca soledad
Tus claros ojos
me conducían
al alto manantial
de aquellas aguas vivas
cantando en la ladera.
Ahora, para olvidar,
para aplazar la muerte,
para burlar la muerte,
¡a tu lado, mirar,
mirar pasar los ríos,
mirar pasar el agua,
oír cantar las aguas
desde todos los puentes de la vida¡