I
Siendo niña conocía la antesala
altísima de la muerte.
La mañana gris y quieta,
apenas algún grito de gaviota
y alguien que abre una ventana cerca y tose.
Todo eso
en la estancia más leve de su cuerpo,
la de plumas y aire,
que se ha iluminado.
Aún no hay nadie.
II
Un hospital
encendido en la noche.
En susurros de niños
hablamos de la muerte.
Nos aferramos con manos ateridas
al trapecio.
Luz sin luz.
III
Vemos lo insoportable.
Un hombre cae, inicia un grito
y no lo acaba.
Un hombre ahí que ya no llora,
tanto terror
Uno que cae
brazos al cielo y sigue cayendo
hacia lo hondo
pero no llega.
HIERBA DE NOCHE
ESTEFANÍA GONZÁLEZ
Edicones CGP
Madrid 2013
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